regresar
el centro histórico
Al hablar del centro de la ciudad, estamos considerando un punto en la geografía del territorio, aunque este no se encuentre necesariamente a la mitad o divida dos extremos, más bien el centro se erige como el origen, el corazón, la clave para entender a cierto grupo de personas en relación a la conformación de una urbe. Es un espacio cargado de significados culturales, de riqueza material y simbólica evidente en calles, monumentos, inmuebles y otros vestigios históricos, donde se realizan las principales actividades económicas, políticas y culturales, así como en muchos casos, las relacionadas al culto religioso. Por la importancia de la historicidad y la preservación del patrimonio material, esfuerzos como los de la UNESCO se han dirigido en conceder a algunos de estos espacios la categoría de centros históricos.

Con casi 700 años años de historia, el CHCDMX se mantiene como uno de los espacios con mayor riqueza cultural e histórica del continente. Desde el esplendor del pueblo azteca, pasando por la etapa de la Conquista, la Colonia, la Independencia, la Reforma, el Porfirismo y la rápida evolución ocurrida en el siglo XX a partir de la Revolución, este lugar representa y evidencia las luchas y los movimientos de una sociedad en constante cambio.
Desde la década de los treinta, surgió la preocupación por proteger y preservar el primer cuadro de la ciudad, así, mediante sucesivos decretos se fueron protegiendo el Zócalo, la calle Moneda y varios edificios aledaños. Las calles de esa zona concentraban las actividades de la universidad, la administración pública, despachos, así como el comercio en mayoreo al tener cerca la central de abastos de La Merced.

Los años cincuenta marcaron la modernidad en la metrópoli con la gran actividad en el centro, a la vez que el crecimiento urbano provoca que la totalidad de la actividad universitaria y buena parte de la actividad comercial se trasladen a la periferia, comenzando un lento despoblamiento y abandono. En 1978 se descubren las ruinas del Templo Mayor con lo que se da un nuevo impulso al cuidado de esta área, consolidándose con el decreto presidencial anunciado en 1980 que establece la creación de la Zona de Monumentos Históricos, conocida desde entonces como Centro Histórico de la Ciudad de México.

Sin embargo, los sismos de 1985 deterioran gravemente algunas zonas del Centro provocando la desocupación y abandono definitivo de muchas construcciones antiguas que se convierten en un peligro potencial. Sobrellevada la tragedia, en 1987 la UNESCO declara al Centro Histórico Patrimonio de la Humanidad y en 1990 se crea el Fideicomiso Centro Histórico de la Ciudad de México (FCHCM), con la finalidad de realizar acciones para el rescate de este lugar.
Como resultado del decreto de 1980, el Centro Histórico es un polígono de 9.1 kilómetros cuadrados, dividido en dos perímetros: El perímetro A, con una superficie de 3.2 kilómetros cuadrados, que comprende la mayor cantidad de monumentos, la ciudad prehispánica y la ampliación virreinal, y el perímetro B con 5.9 kilómetros cuadrados, abarcando la ampliación de la ciudad hasta fines del siglo XIX. Según datos de la Autoridad del Centro Histórico, actualmente este lugar tiene una población de 150,000 habitantes. De ellos, 120,000 se encuentran en el perímetro B y 30,000 en el perímetro A.
Delimitación de los perímetros A y B del CHCDMX.
Tomado del Manual Ciudadano para el cuidado del Centro Histórico.
El CHCDMX siendo en esencia sede de los poderes político, religioso y económico de la ciudad, es un espacio público complejo donde las personas ejercen su condición de ciudadanos, al interactuar y expresarse como entes públicos con otros semejantes y con las instituciones, principalmente para requerir de un servicio o llenar una necesidad. También, la ciudadanía se manifiesta en ese espacio mediante la libre expresión en marchas y manifestaciones que ahí desembocan y culminan.

Actualmente, el CHCDMX goza de una importante revitalización por parte del sector empresarial que se refleja en la proyección turística que la ciudad logra. Este espacio es un atractivo foco para los visitantes, por lo mismo, una derrama económica para los negocios. Desde este punto de vista, es un territorio en permanente disputa entre distintos actores sociales e intereses particulares. Esta lucha por la apropiación del espacio público se presenta de forma simbólica y material: simbólicamente mediante códigos y formas para marcar dominio sobre un territorio (desde marcas de graffiti en el barrio hasta el uso de radiocomunicación entre comerciantes ambulantes de ciertas zonas), materialmente a través de la ocupación física del espacio y la exclusión de su uso por otros usuarios (manifestaciones en las calles, vendedores en las aceras).

En el primer caso, las formas simbólicas refieren la existencia de un proceso constante de comunicación entre las personas involucradas para ejercer el control, mientras que la apropiación material evidencia una condición de incomunicación al bloquearse el uso del espacio en su función primaria. Ambos casos implican un conflicto entre grupos que buscan el poder territorial y económico. En el CHCDMX esto se refleja con la disputa entre el comercio formal y el comercio informal, así como entre los informales y las autoridades. En esta lucha el gobierno juega un papel importante como institución política y cómplice.

El comercio informal es parte del paisaje cotidiano de la ciudad. Su presencia en el Centro se remonta al tiempo de la cultura mexica y la actividad del mercado o tianguis de Tlatelolco, que luego de la Conquista cayó en declive, conformándose otro en las inmediaciones del Zócalo. Si lo pensamos, desde aquella época hasta la fecha, si algo se mantiene sin cambio en la dinámica de esta actividad es la utilización del espacio (ese espacio) y la condición del sonido a través de la voz. Por medio de ella los vendedores anuncian sus mercancías y se dan a notar con el timbre vocal ensayado y adoptado con anterioridad.

La voz es su principal herramienta de trabajo, y ante un escenario donde la competencia es feroz y numerosa, esas voces se mezclan en una disputa por hacerse escuchar más que las demás, y convencer. Música, gritos, percusión de objetos, son ingredientes que desde el sonido nos muestran el conflicto social, a la vez que caracterizan gran parte del paisaje sonoro de esa zona de la CDMX. En la dinámica cotidiana del Centro Histórico, la voz y la actividad comercial de los vendedores informales representan la fuente de mayor subversión sonora que ahí se manifiesta, ya que su presencia permite seguir las relaciones de conflicto e interés económico entre las autoridades, los empresarios y los mismos grupos de comerciantes, además de que es mediante el sonido que se subvierte toda norma, ley o prohibición establecida, ya que el sonido no conoce barrera alguna y fácilmente invade cualquier espacio. Otros eventos donde podemos identificar estas expresiones acústicas son las marchas y manifestaciones que ahí desembocan.